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Sabinares y enebrales rastreros

Parajes singulares

, Santiago Pontones

Campos de Hernán Pelea

No podemos hablar de las altas montañas, de sus cumbres, de sus laderas pedregosas y cresterías, sin hacer mención de unos de sus pobladores más emblemáticos, las sabinas rastreras o chaspinas (Juniperus sabina) y los enebros rastreros (Juniperus comunnis hemisphaerica), auténticos monumentos vegetales de nuestras montañas, a los que se le puede dar el calificativo de Los Ancianos de las Cumbres. Son plantas que tapizan nuestras cumbres de verde oscuro y dan cobijo a un sinfín de animales.

Cuando entramos en los Campos de Hernán Pelea se nos abre el paisaje, e iremos descubriendo auténticos monumentos vegetales que cobren una gran extensión de suelo.

Las sabinas rastreras colonizan los suelos rocosos, por eso las encontramos en los escarpes y cresterías, así como en lo más alto de las cumbres. Por el contrario, los enebros rastreros prefieren suelos más desarrollados, aunque no es difícil verlos juntos. Son especies muy longevas, pudiendo alcanzar los 1000 años de edad. No levantan mucho del suelo, rara vez más de un metro de altura, pero un solo ejemplar puede extenderse más de 20 m².

Son formaciones vegetales casi monoespecíficas, esto es, de una sola especie dominante, a las que solo le acompañan algún pino salgareño (Pinus nigra salzmannii), espinos arros (Berberis vulgaris australis) y en las laderas algún arce (Acer granatense) o mostajo (Sobus aria). Pero en las zonas de cumbres las sabinas rastreras son las reinas del paisaje, compitiendo con piornales y lastonares.

Estas dos especies llegaron a nuestras sierras con las glaciaciones del Cuaternario. Actualmente, con un clima más árido, solo sobreviven en lo más alto y frío de las montañas. Su regeneración es difícil y escasa, y además son utilizados como alimento por los herbívoros, por lo que su futuro no es el más halagüeño.

LOCALIZACIÓN

Siguiendo la pista que se adentra a los campos de Hernán Perea desde Don Domingo, tomamos la que va por la rambla de Juan Fría, en que está el pino Galapán, lo superamos y al pasar por el cortijo de la Pinadilla, se nos abre un espléndido sabinar rastrero.

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