Iglesia parroquial de Santo Domingo

Monumentos

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Monumento incluido en el Conjunto Histórico Artístico. Incoado el 09/07/82. La iglesia parroquial de Santo Domingo, ubicada en un extremo del casco urbano, se alza sobre una fuerte arquitectura conformada por ocho arcos que sirven de contrarresto a su cimentación por el lado orientado a un amplio valle, que domina airosamente. Exteriormente, con su fábrica totalmente encalada, nos proyecta una imagen de templo eminentemente popular, ajeno a las fórmulas de la arquitectura culta. El interior, sin embargo, presenta elementos suficientes para considerar su arquitectura dentro de los siglos XVI y XVII, aunque ciertamente muy intervenida por diversas causas y circunstancias durante los siglos XVIII y XIX. A Mª. J. Sánchez Lozano debemos algunos datos sobre su proceso constructivo.

Pequeña debía ser la primitiva iglesia para que el Concejo tomase el acuerdo de ensancharla y alargarla, como consta en el Acta de Cabildo de 11 de noviembre de 1545: “Atenta la neçesidad que ay de que la iglesia y templo se ensanche y agrande ca visto que la gente que concurre a los dibinos ofiçios a la dicha iglesia no cogen dentro della (...)”. Estas obras no debieron solucionar los problemas, y ya para el año 1564 el Concejo determinó construir un nuevo templo con arreglo a las trazas de Andrés de Vandelvira, maestro mayor de la fábrica de la Catedral de Jaén y director asimismo de las fábricas parroquiales de la Diócesis. El acuerdo aparece reflejado en el Acta de Cabildo de 6 de enero de 1564: “Que se edifique y faga de nuevo otra yglesia que sea más ancha y en mejor sitio porque la que de presente ay es muy angosta y en parte trabajosa (...) se edificará la nueva iglesia donde mejor paresçiere que se deba hacer que sea más sana (...) y la trazará Andres de Vandelvira, maestro de obras de este obispado (...)”.

Ni exterior ni interiormente se conservan estructuras a simple vista que nos recuerden a la arquitectura vandelviriana, en gran parte por las citadas radicales intervenciones practicadas en el templo, que siguió conservando su primigenio emplazamiento. Un análisis más detallado de su fábrica y una inspección de zonas ocultas nos aportan ciertos elementos arquitectónicos que pueden avalar la partición de Vandelvira en las obras, caso los restos de entablamentos corridos conservados entre la cubierta o tejado y las actuales bóvedas. Cabe pensar que debido a su singular disposición, expuesta a los temporales y vientos, aquella iglesia sufriera un serio revés en su original arquitectura, la cual, tras fuertes restauraciones o modificaciones, quedó encubierta o integrada en la que actualmente contemplamos.

En cualquier caso, ciertas obras se llevaron a término en el templo en el año 1587: escalera de la torre, enlucido general, reparos en el tejado. A fines del siglo XVII, según el profesor Galera Andreu, el maestro Francisco Landeras hizo una modesta espadaña, que no es la conservada actualmente, pues esta es fruto de las obras del siglo XIX. En 1837, según el informe de Juan Tuñón, maestro de obras públicas de Baeza, era necesario reforzar la sillería del lado de poniente, arreglar la esquina del lado de mediodía y hacer todo el tejado. Años después, concretamente el 26 de enero de 1860, Antonio López, maestro de obras de la Catedral de Baeza, realizó otro informe, en el que se precisan diversos desperfectos en paredes, soleras de la nave del coro, tirantas de la armadura del tejado, tejado de la sacristía; por lo que se refiere al campanario, dice: “El campanario es de precisa necesidad hacerlo de nuevo desde su planta (...) por la construcción de dicho campanario que tendrá seis varas y media de ancho y nueve y cuarta de alto (...) su costo es de once mil doscientos ochenta reales”.

Se insertan también las condiciones: que el grueso de los muros del campanario será de vara y media cuarta en cuadro, y su fábrica de ladrillo y mezcla. Hacia 1866, el arquitecto José María Cuenca, precisa que el edificio se encontraba en muy mal estado, aunque ya se habían realizado algunas obras. En 1876 hay constancia de nuevos pagos por obras (entre ellas el encalado general del templo, los honorarios por la dirección al arquitecto Vicente Serrano Salaberri, etc.), que ascendían a 26.000 reales.

Todas estas obras, más las necesarias y continuas de mantenimiento general, han determinado su configuración actual: una iglesia de salón con tres naves, con bóvedas baídas la central y medio cañón las laterales. Mención especial merecen los arcosolios del siglo XVII que flanquean el presbiterio, con sencillos altares clasicistas coronados con los blasones de los Sánchez Barrionuevo.

OTRAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS NO ARQUITECTÓNICAS

En las capillas laterales del crucero se conservan pintados al temple sobre yeso los escudos de los Sánchez Barrionuevo (S. XVII). Son interesantes las pinturas de la procesión de disciplinantes del Cristo de la Veracruz. La pieza más valiosa es su pila bautismal mudéjar, fabricada en cerámica vidriada en verde con una inscripción gótica entre molduras sogueadas, que guarda una estrecha relación con la de la iglesia de Bartolomé de Jaén. Es interesante la pila bautismal (1750), decorada con una serpiente enroscada.

También  se conserva un óleo sobre lienzo con la iconografía del Ecce Homo del siglo XVII: un Cristo sentado que responde a la estética barroca del tenebrismo, otro óleo del siglo XVIII de la Divina Pastora de temática popular y gran contraste cromático y del siglo XX, una talla en madera de un Crucificado, con cuidado estudio anatómico.