El mayor interés de la visita se concentra en torno a dos plazas próximas entre si: la de Santa María y la de España. La primera fue donde estuvo el primitivo ayuntamiento y el Pósito, cuyos solares ocupan hoy la Casa de la Cultura y que da como vestigio de la época la Torre del Reloj, fechada en 1534, ostenta el escudo imperial de Carlos V junto al reloj de sol primitivo. Posteriormente se le añadiría otro de esfera moderno. Frente a ella la iglesia de Santa María, templo iniciado en gótico, como revelan las bóvedas de los pies, su antigua cabecera, que en una reforma radical en el primer tercio del siglo XVI se invierte la orientación y se transforma en una basílica clásica. La obra, que se prolonga a lo largo de todo el siglo, registra varias fases; en la primera aparecen los maestros Velasco y Tolosa, siendo tasada por Andrés de Vandelvira. Después, a partir de 1560 será Castillo “El Mozo” el que se haga cargo. Contiene el templo piezas de gran valor artístico, como el cuadro de El Greco, “La Oración del Huerto”, en la capilla conocida por el nombre del pintor, y en la que hay una valiosa talla también de Cristo atado a la columna, procedente de la iglesia de Santiago, obra del primer cuarto del siglo XVI. Otra pintura destacable es la Inmaculada, de la capilla de los Reinoso, obra o copia del Caballero de Arpino. También son de reseñar las tres rejas de forja, igualmente renacentistas.
A través de la calle Feria desembocamos enseguida en la Plaza de España, presidida por el Ayuntamiento, antigua Casa de Comedias construida en el primer cuarto del siglo XVII, luego modificado en el siglo XVIII con un proyecto neoclásico. Al lado, la iglesia de San Miguel, que mantiene su estructura gótica, pero su portada principal es una de las más bellas muestras del primer Renacimiento en la provincia, y en su interior el cancel y sotocoro es una magnífica pieza de carpintería con relieves de corte manierista de finales del siglo XVI. La Sacristía, del siglo XVII, destaca por su bóveda ovalada, pintada con las efigies de los apóstoles, atribuidas a Antonio García Reinoso.
El resto de las iglesias parroquiales parten todas de proyectos góticos originarios, pero con modificaciones renacentistas o barrocas. La de Santiago, hoy cerrada al culto, tuvo una reforma del presbiterio firmada por Vandelvira. Asimismo guarda en la Capilla del Cristo a la Columna, cuya imagen la hemos visto en Santa María, una de las mejores muestras del barroco delirante de procedencia cordobesa, en los muros y bóveda de yeserías realizados por los hermanos Primo.
La iglesia de San Bartolomé, ya fuera de la muralla en la actual Corredera de San Bartolomé, modificó su cabecera con elegantes bóvedas vaídas realizadas por Castillo “El Mozo”.
Por su parte la iglesia de Santa Marina, hoy dedicada a espacio cultural, se transformó todo su interior en el siglo XVII.
El recorrido por el centro histórico de la ciudad depara agradables sorpresas. Sus calles bastantes rectas y estrechas para resguardarse del calor, se enlazan a menudo a través de plazoletas o “altozanos”, que funcionan a modo de rótulas, focalizadas por la atractiva fachada de una casa-palacio. Tomemos la calle Maestra, paralela a las murallas, a espaldas de la Plaza de España, desde el Altozano de la Virgen, junto a la Puerta del Sol y que nos lleva hasta el Altozano de Santa Ana, en ese recorrido llama nuestra atención la Casa de los Niños de Don Gome, construida en una torre de la muralla, dentro del estilo del renacimiento manierista que domina en Andújar, y poco más adelante otra casa-torre en esquina, la de los Valdivia, del mismo estilo y cronología. Ya en el Altozano de Santa Ana, la casa-palacio de los Cárdenas, hoy sede de los juzgados, con capilla adjunta, es tal vez el mejor ejemplar de ese estilo que usa el almohadillado en las portadas, diseño de los Castillo, y que quedará ya como un signo identificador de la arquitectura civil andujareña hasta el siglo XVIII, repitiéndose por toda la ciudad.
La calle Ollerías, la calle más ancha y arteria comercial, marca el límite de las murallas y en ella o junto a ella se abren algunas fundaciones religiosas como la del Hospital de San Juan de Dios o la de las Monjas Trinitarias, en la vecina calle 22 de Julio, que data de finales del siglo XVI, y que contiene importantes obras de arte. En un borde de la ciudad, también, está el Colegio de los Jesuitas, frente a Santa Marina, convertido hoy en hospital, con una magnífica escalera barroca del siglo XVIII. Y algo más alejada del borde, los conventos de Jesús y María, de las monjas de San Francisco de Paula, uno de los más antiguos de Andújar, que luce en su iglesia un bellísimo artesonado mudéjar de forma ochavada, o el de las Capuchinas, actual Museo de Escultura “Antonio Orea”.
Fuera de la ciudad, en plena Sierra Morena, la Basílica y Real Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, la cual está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, es la gran referencia andujareña por su famosa romería a finales de Abril, la más popular de toda Andalucía hasta la más moderna emergencia del Rocio de Huelva. A ella se refieren Cervantes y Lope de Vega. Después también célebre por el episodio de la Guerra Civil de 1936. El edificio, pese a haber sido reconstruido tras la Guerra, conserva la estructura de una nave cubierta con un gran cañón, que fuera proyectada por Andrés de Vandelvira en 1565. En esas fechas la ciudad se engalana para recibir a las numerosas cofradías que acuden desde muy diversos puntos de España.
En Las proximidades de Andújar, Los Villares de Andújar, se asienta sobre un enorme e importantísimo yacimiento romano de producción de “terra sigillata”, cerámica que se exportaba fuera de la Península. Esa tradición ceramista se conserva a través de la elaboración de artísticas piezas barrocas, como son sus famosa jarras. Un buen recuerdo para llevar de nuestra visita a Andújar.
Absolutamente recomendable es tapear en los bares de Andújar y no irse sin probar la carne de caza, ciervo o jabalí, en la que se especializa la cocina andujareña.